El nordicismo

Abreviado de un artículo originalmente publicado
en Evropa Soberana el año pasado.

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Wolfgang Willrich, “Esto es por lo que lucha el soldado alemán”.

El nordicismo no nació con el colonialismo europeo ni con el auge de las ideas nazis en el período de entreguerras, sino que se trata de una tendencia que procede de la antigüedad clásica, que está estrechamente relacionada con el arte y con el modelo humano al que se debe aspirar, y que pretende responder a la pregunta de cuál es la fuente de la tradición indoeuropea y cuál es la raza humana que sentó las principales bases de Europa desde la época prehistórica.

Sin embargo, el florecimiento nordicista que nos queda más cercano en el tiempo es el que tuvo lugar bajo el III Reich. Para comprender las ideas que subyacen en el nordicismo nazi, lo que se limitará a hacer este texto—además de aportar comentarios antes y después de la exposición propiamente dicha—es proporcionar una selección de fragmentos escritos procedentes de:

• Adolf Hitler

• la doctrina SS

• ideólogos nazis (como Alfred Rosenberg)

• estudiosos que, sin ser nazis, son considerados como precursores vanguardistas de una mentalidad que culminó con el nazismo (como Nietzsche). Se ha omitido a H.S. Chamberlain, puesto que él designa como “teutónico” lo que ha dado finalmente en llamarse “nórdico”.

• otros que nada tienen que ver con el nazismo (incluso se acabaron oponiendo a él), pero que tratan el tema de la raza nórdica (como Grant).

• Además incluyo imágenes de personajes del nazismo, así como, a modo de ejemplo, propaganda y obras de arte de la Alemania nazi, en las que el tipo nórdico es representado como referencia, ideal y meta a perseguir.

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Portada de “Gutes Blut – Ewiger Quell” (Buena sangre – primavera eterna), un libreto de propaganda SS que trata principalmente sobre el nordicismo y la eugenesia, en imágenes.



Arthur Schopenhauer (1788-1860), filósofo alemán que influyó, entre otros, en Nietzsche y Hitler, quien durante la I Guerra Mundial siempre llevaba consigo el libro El mundo como voluntad y representación.

La más alta civilización y cultura, aparte de los antiguos hindúes y egipcios, se encuentra exclusivamente entre las razas blancas; e incluso con muchos pueblos oscuros, la casta o raza dominante es de un color más claro que el resto y, por lo tanto ha, evidentemente, inmigrado, por ejemplo, los brahmanes, los incas y los soberanos de las Islas del Mar del Sur. Todo esto se debe al hecho de que la necesidad es la madre de la invención, porque aquellas tribus que emigraron pronto al Norte, y que allí gradualmente se hicieron blancos, tuvieron que desarrollar todos sus poderes intelectuales e inventar y perfeccionar todas las artes en su lucha contra la necesidad, el deseo y la miseria, que en sus muchas formas eran traídas por el clima. Esto lo tuvieron que hacer para compensar la parsimonia de la Naturaleza, y de todo esto salió su alta civilización. (Palerga y Paralipomena, 1851, Volumen 2, Sección 92).



Arthur de Gobineau (1816-1882), embajador francés, historiador y filósofo con una vastísima cultura y una gran intuición. Es conocida su innovadora y monumental obra Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, pero pocos aventuran que, además, Gobineau era “nordicista” en el sentido de que identificaba a los arios originarios con el tipo humano “nórdico”.

El color de los arios era blanco y rosado: así fueron los griegos y los persas más antiguos, tales se mostraron también los hindúes primitivos. Entre los colores de los cabellos y de la barba dominaba el rubio, y no puede olvidarse la predilección que por este color sentían los helenos: no concebían de otra manera a sus divinidades más nobles. (Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, 1853 y 1855, Libro Tercero, Capítulo I).

En aquella época muy remota, la fuerza civilizadora, iniciadora, no residía en el Sur: emanaba del Norte. Procedía de la Tracia con Orfeo, con Museo, con Lino. Los guerreros griegos aparecían de gran estatura, blancos, rubios. Sus ojos miraban arrogantes al cielo, y este recuerdo dominó de tal modo el pensamiento de las generaciones sucesivas, que cuando el politeísmo negro hubo invadido, con la creciente afluencia de las inmigraciones semíticas, todas las regiones y todas las conciencias, y hubo sustituido con sus santuarios los sencillos lugares de rezo con que antaño se contentaran los antepasados, la expresión más alta de la belleza, del majestuoso poderío, no fue otra para los Olímpicos que la reproducción del tipo ario: ojos azules, cabellos rubios, tez blanca, estatura elevada, esbelta. (Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, 1853 y 1855, Libro Tercero, Capítulo III. Sobre la antigua Grecia).

¿Qué era, en lo físico y en lo moral, un romano de los siglos III, IV o V? Un hombre de talla mediana, de constitución y aspecto endebles, generalmente moreno, encerrando en las venas un poco de sangre de todas las razas imaginables; creyéndose el hombre primero del Universo, y, para probarlo, insolente, rastrero, ignorante, ladrón, depravado, dispuesto a vender su hermana, su hija, su esposa, su país y su soberano, y dotado de un miedo insuperable a la pobreza, al sufrimiento, a la fatiga y a la muerte. Por lo demás, no dudando de que el Globo y su cortejo de planetas no hubiesen sido creados sino para él únicamente.

Frente a ese ser despreciable, ¿qué era el bárbaro? Un hombre de rubia cabellera, de tez blanca y rosada, ancho de espaldas, grande de estatura, vigoroso como Alcides, temerario como Teseo, hábil, ágil, no sintiendo temor de nada, y de la muerte menos que de lo demás. Ese Leviatán poseía sobre todas las cosas, ideas justas o falsas pero razonadas, inteligentes, y que pugnaban por difundirse. Dentro de su nacionalidad, había nutrido el espíritu del alimento de una religión severa y refinada, de una política sagaz, de una historia gloriosa. Hábil en meditar, comprendía que la civilización romana era más rica que la suya, y buscaba el porqué de ello. No era en modo alguno esa criatura turbulenta que ordinariamente nos imaginamos, sino un adolescente muy atento a sus intereses positivos, que sabía cómo componérselas para sentir, ver, comparar, juzgar, preferir. Cuando el envanecido y miserable romano oponía sus artimañas a la astucia vital del bárbaro, ¿quién decidía la victoria? El puño del segundo. Cayendo como una masa de hierro sobre el cráneo del pobre nieto de Remo, aquel puño musculoso le mostraba de qué lado se hallaba entonces la fuerza. ¿Y de qué modo se vengaba entonces el humillado romano? Lloraba, y pedía a los siglos futuros que vengasen a la civilización oprimida en su persona. ¡Pobre gusanillo! Se parecía al contemporáneo de Virgilio y de Augusto como Shylock al rey Salomón. (Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, 1853 y 1855, Libro Tercero, Capítulo VII. Sobre la decadencia de Roma).



F. Nietzsche (1844-1900), filósofo alemán que no precisa introducción. Es mayormente conocido por su afirmación de la vida ascendente con Así habló Zaratustra y su aniquilación de la moral del chandala con El Anticristo. Son interesantes algunas frases suyas referidas a la razas, de las cuales las menos divulgadas son precisamente las que aluden al tipo nórdico.

[Los nobles] se llaman, por ejemplo, “los veraces”: la primera en hacerlo es la aristocracia griega… la citada palabra se convierte en el distintivo y en el lema de la aristocracia y pasa a tener totalmente el sentido de “aristocrático”, como delimitación frente al mentiroso hombre vulgar…

Con el latín malus [“malo”] acaso se caracterizaba al hombre vulgar en cuanto a hombre de piel oscura, y sobre todo en cuanto a hombre de cabellos negros (hic niger est, “éste es negro”), en cuanto habitante preario del suelo italiano, el cual por el color era por lo que más claramente se distinguía de la raza rubia, es decir, de la raza aria de los conquistadores, que se habían convertido en los dueños; cuando menos el gaélico me ha ofrecido el caso exactamente paralelo, ―fin (por ejemplo en el nombre Fin-Gal), la palabra distintiva de la aristocracia, que acaba significando el bueno, el noble, el puro, significaba en su origen el cabeza rubia, en contraposición a los habitantes primitivos, de piel morena y cabellos negros. [Evropa Soberana compara ese fenómeno con el de la palabra inglesa fair, que significaba “claro”, “rubicundo”, “de complexión luminosa”, y que acabó significando también “justo”, “bueno”, “deseable”].

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Mujer del Norte de Frisia. Tanto los nazis como los eugenistas y nordicistas americanos coincidían en considerar a los frisones y los sajones como los elementos étnicos más puros de Alemania.

Los celtas, dicho sea de paso, eran una raza completamente rubia; se comete una injusticia cuando a esas fajas de población de cabellos oscuros esencialmente, que es posible observar en esmerados mapas etnográficos de Alemania, se las pone en conexión, como hace Virchow, con una procedencia celta y con una mezcla de sangre celta: en esos lugares aparece, antes bien, la población prearia de Alemania. (Lo mismo puede decirse de casi toda Europa: en lo esencial la raza sometida ha acabado por predominar de nuevo allí mismo en el color de la piel, en lo corto del cráneo y tal vez incluso en los instintos intelectuales y sociales: ¿quién nos garantiza que la moderna democracia, el todavía más moderno anarquismo y, sobre todo, aquella tendencia hacia la commune, hacia la forma más primitiva de sociedad, tendencia hoy propia de todos los socialistas de Europa, no significan en lo esencial un gigantesco contragolpe—y que la raza de los conquistadores y señores, la de los arios, no está sucumbiendo incluso fisiológicamente?)

Nuestra misma palabra alemana “bueno” [gut] ¿no podría significar “el divino” [den Göttlichen], el hombre de “estirpe divina”[göttlichen geschlechts]?, ¿y ser idéntico al nombre popular (originariamente aristocrático) de los godos [Gothen]? (La genealogía de la moral, 1887, Tratado Primero, 5. Hablando de la aristocracia en Europa).

Resulta imposible no reconocer, a la base de todas esas razas nobles, el animal de rapiña, la magnífica bestia rubia, que vagabundea codiciosa de botín y de victoria; de cuando en cuando esa base oculta necesita desahogarse, el animal tiene que salir de nuevo fuera, tiene que retornar a la selva: las aristocracias romana, árabe, germánica, japonesa, los héroes homéricos, los vikingos escandinavos—todos ellos coinciden en tal imperiosa necesidad.

Son las razas nobles las que han dejado tras sí el concepto “bárbaro” por todos los lugares por donde han pasado; incluso en su cultura más excelsa se revelan una conciencia de ello y hasta un orgullo (por ejemplo, cuando Pericles dice a sus atenienses, en aquella famosa oración fúnebre, “hemos forzado a todas las tierras y a todos los mares a ser accesibles a nuestra audacia, dejando en todas partes monumentos imperecederos en bien y en mal”).

Esta “audacia” de las razas nobles, que se manifiesta de manera loca, absurda, repentina, este elemento imprevisible e incluso inverosímil de sus empresas—Pericles destaca con elogio la ράΰυμία [despreocupación] de los atenienses—, su indiferencia y su desprecio de la seguridad, del cuerpo, de la vida, del bienestar, su horrible jovialidad y el profundo placer que sienten en destruir, en todas las voluptuosidades del triunfo y de la crueldad—todo esto se concentró, para quienes lo padecían, en la imagen del “bárbaro”, del “enemigo malvado”, por ejemplo, el “godo”, el “vándalo”. La profunda, glacial desconfianza que el alemán continúa inspirando aun ahora tan pronto como llega al poder—representa aun un rebrote de aquel terror inextinguible con que durante siglos contempló Europa el furor de la rubia bestia germánica (aunque entre los antiguos germanos y nosotros alemanes apenas subsista ya afinidad conceptual alguna y menos aun un parentesco de sangre)… Esos depositarios de los instintos opresores y ansiosos de desquite, los descendientes de toda esclavitud europea y no europea, y en especial de toda población prearia—¡representan el retroceso de la humanidad! ¡Esos “instrumentos de la cultura” son una vergüenza del hombre y representan más bien una sospecha, un contraargumento contra la “cultura” en cuanto a tal!

Se puede tener todo el derecho a no librarse del temor a la bestia rubia que habita en el fondo de todas las razas nobles y a mantenerse en guardia: mas ¿quién no preferiría cien veces sentir temor, si a la vez le es permitido admirar, a no sentir temor, pero con ello no poder sustraerse ya a la nauseabunda visión de los malogrados, empequeñecidos, marchitos, envenenados? ¿Y no es ésta nuestra fatalidad? ¿Qué es lo que hoy produce nuestra aversión contra “el hombre”? —pues nosotros sufrimos por el hombre, no hay duda. —No es el temor; sino, más bien, el que ya nada tengamos que temer en el hombre; el que el gusano “hombre” ocupe el primer plano y pulule en él; el que “el hombre manso”, el incurablemente mediocre y desagradable haya aprendido a sentirse a sí mismo como la meta y la cumbre, como el sentido de la historia, como “hombre superior”; —más aun, el que tenga cierto derecho a sentirse así, en la medida en que se siente distanciado de la muchedumbre de los mal constituidos, enfermizos, cansados, agotados, a que hoy comienza Europa a apestar, y, por tanto, como algo al menos relativamente bien constituido, como algo al menos todavía capaz de vivir, como algo que al menos dice sí a la vida… (La genealogía de la moral, 1887, Tratado Primero, 11).

He utilizado la palabra “Estado”: ya se entiende a quién me refiero—una horda cualquiera de rubios animales de presa, una raza de conquistadores y señores, que organizados para la guerra, y dotados de la fuerza de organizar, coloca sin escrúpulo alguno sus terribles zarpas sobre una población tal vez tremendamente superior en número, pero todavía informe, todavía errabunda. (La genealogía de la moral, 1887, Tratado Segundo, 17).

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Ernst Kretschmann, “Tanquista de guerra”.

En la Alta Edad Media, cuando la Iglesia era realmente un lugar de doma de animales, se daba caza por todas partes a los mejores ejemplares de la “bestia rubia”; se “mejoró”, por ejemplo, a los aristócratas germanos. (El ocaso de los ídolos, 1889, 5, 2).



Madison Grant (1865-1937), conocido nordicista y eugenista estadounidense. Grant, a quien a veces se presenta como una suerte de hispanófobo, en realidad elogió la “sangre viril de los conquistadores españoles”.

Los nórdicos son, en todo el mundo, una raza de soldados, marinos, aventureros y exploradores, pero sobre todo de gobernantes, organizadores y aristócratas en agudo contraste con el carácter esencialmente campesino de los alpinos. El honor, la caballerosidad y la capacidad de supervivencia en las peores circunstancias, son rasgos característicos de los nórdicos. El feudalismo, las distinciones de clase y el orgullo de raza entre los europeos son atribuibles en su mayor parte al Norte. (The Passing of the Great Race, 1916).

La primera [de las razas] es la subespecie nórdica o báltica. Esta raza tiene el cráneo alargado, es muy alta, de piel blanca, con cabello rubio o castaño, y ojos claros. Los nórdicos habitan los países entorno al Mar del Norte y el Báltico, e incluyen no sólo los grandes grupos escandinavos y teutónicos, sino también otros pueblos antiguos que aparecen por primera vez en el Sur de Europa y en Asia como representantes del idioma y la cultura arias…

La llamada rama pelirroja de la raza nórdica tiene características especiales además de cabello rojo, tales como un color verdoso en los ojos, una piel de textura particular que tiende o a mayor claridad o a pecas, y ciertas características temperamentales peculiares. Ésta probablemente fue una variedad estrechamente emparentada con los rubios, y aparece por primera vez en la Historia en asociación con ellos. (The passing of the great race, Parte I, Capítulo 2).

Frente a estas posturas relativamente razonadas, tenemos, en cambio, a un verdadero exaltado nordicista que sí se puede considerar un radical.


Karl Weinländer, publicado en Nuremberg en 1933 con la asistencia de la Liga de Profesores Nacionalsocialistas:

Todas las razas (alpina, dinárica, mediterránea, báltico-orientales) son simplemente los bastardos del cruce antinatural del hombre nórdico con las razas inferiores. Esta inferioridad natural de las razas no-nórdicas está atestiguada por el hecho de que el iris del ojo, el pelo, y en casos peores, incluso la piel, están pigmentados. El cabello no-pigmentado actúa como conductor de ondas de pensamiento invisibles. (Rassenkunde des Deutschen Volkes y Rassenkunden Europas).



Hermann Gauch (1899-1978), teórico racial nazi. Se encuadra en los nordicistas más exaltados y fundamentalistas. Sus teorías eran consideradas demasiado radicales y extravagantes hasta en la Alemania nazi, al punto que uno de sus libros fue censurado por las autoridades del Reich porque llamaba a los italianos “mitad simios”.

El hombre nórdico es… el creador de toda cultura y civilización. La salvación y preservación del hombre nórdico solo, salvará y preservará la cultura y la civilización. El éxito duradero, como es natural, sólo puede ser alcanzado a través de la unificación de toda la humanidad nórdica de los países germánicos, y un número de otras áreas fuertemente nórdicas. (Nuevos fundamentos de ciencia racial), publicado en 1934.

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Ejemplos de promoción del ideal nórdico
en el arte y en la propaganda del III Reich.



Hans F. K. Günther (1891-1968), ejemplo más famoso de nordicista y eugenista alemán, base de la teoría racial del III Reich. Günther fue amigo de Walther Darré y miembro del NSDAP desde 1932. Con vastos conocimientos de cultura clásica e historia germánica, persa e hindú, se casó con una noruega con la que tuvo dos hijas, Ingrid y Sigrun.

En 1935, Günther fue declarado “orgullo del NSDAP”, y en 1940 el mismísimo Hitler le concedió la Medalla Goethe de Arte y Ciencia. Al final de la guerra, Günther estuvo tres años internado en un campo de concentración aliado, y negó la versión oficial del holocausto judío hasta su muerte.

La decadencia y el ocaso del mundo helénico se deben atribuir al resultado destructivo de un milenio de guerras y contiendas devastadoras y, por otro lado, a la transformación política y espiritual que ha perjudicado particularmente al linaje que poseían los indogermanos de raza predominantemente nórdica, que habían descendido de la Europa Central, en particular de Germania central; la desnordificación es la principal causa de esta decadencia. (Lebengesichte des Helenischen Volkes).

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Günther

Se debe afirmar claramente que, en el interior de la nación alemana, la sangre nórdica debe ser considerada “deseable” y la no-nórdica “menos deseable”. Es el extendido criterio de las leyes de inmigración vigentes en América, por lo cual, apunto, la sangre nórdica representa lo deseable. Tal criterio, recavado de la observación de importantes circunstancias generales, no va dirigido contra los individuos no-nórdicos, sólo quiere proteger la sangre nórdica deseada contra el peligro de extinción, e incrementar en lo posible esta sangre deseable. La enseñanza de la genética que nos dice: “El valor de un hombre como sujeto es distinto a su valor como procreador”, debe inspirar cada una de nuestras consideraciones. Existieron y existen individuos portadores de una herencia biológica de mala calidad, que han sabido dar al pueblo alemán altos valores espirituales, lo cual no es óbice para que ninguna persona astuta les augurase una buena descendencia. (Rassenkunde des Deutschen Volkes, 1922).

Desde el punto de vista racial, hay sólo una igualdad de nacimiento: la basada en la igual pureza de sangre nórdica. Racialmente, el noble de raza mixta no es de igual nacimiento a una muchacha campesina nórdica.

Retrocediendo a los orígenes de los pueblos de herencia indoeuropea se llega a una aristocracia política y espiritual de raza predominantemente nórdica… Estos nórdicos-indoeuropeos originarios se denominaron a sí mismos “arios”. Arya en la India, Pakistán, Afghanistán y Persia. Lo podemos ver en el Rig-Veda, en la inscripción de la tumba del emperador Darío, en los nombres germánicos, y en las noblezas. Del mismo modo, se describían a sí mismos con características nórdicas. (Der Nordische Gedanke unter den Deutschen, 1927).



Adolf Hitler (1889-1945), no necesita introducción.

Es una temeraria injusticia presentar a los germanos de la época anterior al cristianismo como hombres “sin cultura”, es decir, bárbaros, cuando jamás lo fueron, pues el haberse visto obligados a vivir bajo condiciones que obstaculizaron el desenvolvimiento de sus energías creadoras, se debió a la inclemencia de su suelo nórdico.

De no haber existido el mundo clásico, si los germanos hubieran llegado a las regiones meridionales de Europa, más propicias a la vida, y si, además, hubiesen contado con los primeros medios técnicos auxiliares, sirviéndose de pueblos de raza inferior, la capacidad creadora de cultura, latente en ellos, hubiera podido alcanzar un brillante florecimiento, como es el caso de los helenos, por ejemplo.

Pero la innata fuerza creadora de la cultura que poseía el germano no puede atribuirse únicamente a su origen nórdico. Llevados a tierras del Sur, ni el lapón ni el esquimal podrían desarrollar una elevada cultura. Fue precisamente el ario a quien la Providencia dotó de la bella facultad de crear y organizar. (Mi Lucha, 1924, Volumen II, Capítulo II).

Por más perjudicial que haya sido la falta de fusión de los diferentes elementos raciales, lo que impidió la formación de la perfecta unidad nacional, es incontestable que, por otro lado, consiguió que por lo menos una parte del pueblo, la de mejor sangre, se conservase en su pureza, evitando así la ruina de la raza.

Ciertamente, una completa fusión de los primitivos elementos raciales originaría una unidad más perfecta, pero, como se verifica en todos los cruzamientos, la capacidad creadora sería menor que la poseída por los elementos primitivos superiores.

Significa una bendición el que gracias a esa incompleta promiscuidad poseamos todavía en nuestro organismo nacional germano grandes reservas del elemento nórdico-germano, de sangre incontaminada, las que podemos considerar como el tesoro más valioso de nuestro futuro.

En los días sombríos de hoy, en que es completa la ignorancia sobre las leyes raciales, y en que todos los hombres son considerados iguales, no se tiene una idea clara de los diferentes valores de los elementos raciales primitivos. (Mi Lucha, 1924, Volumen II, Capítulo II).

Si, por una parte, la Naturaleza desea poco la asociación individual de los más débiles con los más fuertes, menos todavía la fusión de una raza superior con una inferior. Eso se traduciría en un golpe casi mortal dirigido contra todo su trabajo ulterior de perfeccionamiento, ejecutado tal vez a través de centenas de milenios.

También la historia humana ofrece innumerables ejemplos de este orden, ya que demuestra con asombrosa claridad que toda mezcla de sangre aria con la de pueblos inferiores tuvo por resultado la ruina de la raza de cultura superior. La América del Norte, cuya población se compone en su mayor parte de elementos germánicos, que se mezclaron sólo en mínima escala con los pueblos de color, racialmente inferiores, representa un mundo étnico y una civilización diferente de lo que son los pueblos de la América Central y la del Sur: países en los cuales los emigrantes, principalmente de origen latino, se mezclaron en gran escala con los elementos aborígenes. Este solo ejemplo permite claramente darse cuenta del efecto producido por la mezcla de razas. El elemento germano de la América del Norte, que racialmente conservó su pureza, se ha convertido en el señor del continente americano y mantendrá esa posición mientras no caiga en la ignominia de mezclar su sangre. (Mi Lucha, 1924, Volumen I, Capítulo XI).

Diez generaciones de alemanes sin la disciplina y la educación militares, abandonados a las influencias malsanas provenientes de la falta de unidad inherente a su sangre, y nuestro país habrá perdido los últimos vestigios de existencia independiente en este planeta. El espíritu germánico daría su contribución a la civilización exclusivamente bajo las banderas de naciones extranjeras y su origen se perdería en el olvido. Pasaría a ser “adobe de civilización”, hasta que el último resto de sangre aria-nórdica se hubiese descompuesto, o desaparecido de nosotros. (“Mi Lucha, 1924, Volumen II, Capítulo XIV).

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Póster de reclutamiento para la SS.

No descansaré mientras no haya podido lograr la reconstitución de un núcleo de sangre nórdica donde la población necesite ser regenerada.

Si en la época de las migraciones, entre las grandes corrientes étnicas que ejercían su influencia, nuestro pueblo recibió una herencia de muy diversos dones, éstos no adquirieron todo su valor más que en razón de la existencia de un núcleo racial nórdico. De tal modo adquirimos el sentido de la poesía, la tendencia a la nostalgia que se manifiesta en la música. Pero es gracias a las particularidades propias a nuestra raza y que se han conservado intactas en la Baja Sajonia, que las aportaciones exteriores fueron armonizadas, puesto que nosotros poseemos una facultad que engloba a todas las demás: el sentido imperial, el poder de razonar y de construir fríamente. (12 de Mayo de 1942).


Alfred Rosenberg (1893-1946), miembro de la Thule Gesellschaft, ideólogo nacionalsocialista, jefe del Servicio de Asuntos Extranjeros del NSDAP y jefe del Ministerio del Reich para los territorios del Este ocupados. El ideólogo más importante del nacionalsocialismo después de Hitler.

El “sentido de la historia” no ha ido en modo alguno de Este a Oeste, sino que ha cambiado rítmicamente. Antaño la Europa nórdica envió olas fructíferas de pueblos, que en la India, Persia, Hélade y Roma, crearon estados y culturas. Luego penetraron por infiltración en Europa las razas orientales desde el Este, agregado a ello el Asia Menor envió una especie humana que alcanzó hasta la actual Europa.

No una “Europa Central” sin raza ni pueblos, como lo anunció un Naumann, no una Pan-Europa franco-judía, sino una Europa nórdica, es la consigna del futuro, con una Europa Central alemana. Alemania como Estado racial y nacional, como poder central del continente, como aseguramiento del Sur y del Sudeste; los Estados escandinavos con Finlandia como segunda liga, para el aseguramiento del Nordeste, y Gran Bretaña como aseguramiento del Oeste y de las regiones allende el mar donde eso es necesario en el interés del ser humano nórdico. Esto exige además una fundamentación de mayores alcances.

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Alfred Rosenberg


Walther Darré (1895-1953), Ministro de Alimentación, Agricultura y Abastecimientos del Reich, Jefe de los Campesinos Alemanes, Director de la Oficina SS de la Raza y Reasentamiento, cofundador de la Ahnenerbe y padre y promotor de la idea geopolítica de Blut und Boden (Sangre y Suelo). Darré, él mismo un SS, tuvo un importante papel en la política de higiene racial alemana, especialmente en el intento nazi de crear una nueva nobleza rural que, como no podía ser de otro modo, debía ser nórdica.

Casi todos los imperios de la historia del mundo, y todas las grandes culturas, han sido fundadas y mantenidas por hombres de sangre nórdica. También sabemos que estos grandes imperios y culturas han caído en ruinas debido a que los hombres de sangre nórdica que los mantuvieron, no mantuvieron su sangre pura.

Es la raza germánica—la raza “nórdica” según la expresión en boga—quien ha insuflado la sangre y la vida a nuestra Nobleza; es esta raza la que le ha dictado sus costumbres… (La raza: nueva nobleza de sangre y suelo, 1935, Capítulo I).

Está demostrado que todo lo que llamamos alemán ha sido creado exclusivamente por el hombre germánico que hoy llamamos hombre de raza nórdica, y que, en cada caso, sólo los germanos han sido el elemento de base de la cultura alemana y de la Historia…

Pudiéndose demostrar el origen de esta raza como localizada en el noroeste de Europa, se llegó a un acuerdo para dar a esta especie de hombres el nombre utilizado por las ciencias naturales de raza nórdica, también se dice el hombre nórdico. Muchos alemanes auténticos se oponen todavía en su fuero interno a que se designe como “nórdico” lo que ellos han gustado considerar toda su vida como germánico por auténticamente alemán, pero es en aras de la claridad de la exposición que esa palabra particular debía ser creada para este pensamiento de nueva concepción.

Es imposible hablar de “raza germana”, pues entonces llegaríamos a la falsa conclusión de que las culturas romana, griega, persa, etc., fueron creadas por los germanos. Necesitamos, por otra parte, una concepción que exprese esta raza, que fue común a todos estos pueblos. Se ofrecía la designación indo-germana. Se basa exclusivamente en un elemento lingüístico. Con ello inducía en error, pues los pueblos donde la sangre nórdica se ha extinguido pueden muy bien hablar una lengua indo-germana. Quedaba, pues, por introducir una concepción nueva, que ya se había establecido desde hacía mucho tiempo bajo la forma “raza nórdica”. La “idea nórdica es, pues, el estudio de lo alemán hasta sus raíces últimas, más allá incluso de lo germánico…”

Para nosotros, alemanes, no hay más que un objetivo posible: Tratar por todos los medios posibles de conseguir que la sangre que es creadora en el cuerpo de nuestro pueblo, es decir, la sangre nórdica, sea conservada y multiplicada, pues de eso depende la conservación y el desarrollo del germanismo…

Que haya igualmente en hombres eminentes, rasgos no-nórdicos, no hace más que demostrar que una cierta aportación de sangre no-nórdica no es necesariamente un obstáculo para la formación y el desarrollo de una personalidad de valor, y tiene que tal aportación, simple reactivo, no hace más que subrayar la diversidad de las disposiciones en un ser creativo y por consiguiente favorece una fuerza creadora cuyas disposiciones, puramente nórdicas, se habrían tal vez limitado al terreno propio de esta raza. Esto no justificaría, ciertamente, que se cuidara en Alemania a las razas no-nórdicas, y menos aun que se las recomendara al pueblo alemán como objetivo de su selección, admitiendo incluso que ello no desembocara en el mestizaje…

Es verdad, por otra parte, que el agotamiento de la sangre nórdica extingue la fuerza creativa en el cuerpo del pueblo. La única consecuencia a la que se llega es la siguiente: Todo aquel que es estimulado hasta un cierto grado por una sangre no-nórdica no es necesariamente perjudicial, pero llega a serlo si ese grado se sobrepasa… Por lo tanto, el hecho de que constatemos hoy un fuerte mestizaje en nuestro pueblo no es una razón para continuar por el mismo camino. Es, al contrario, una razón para detener indirectamente el mestizaje designando claramente un resultado a alcanzar como objetivo de selección de nuestro pueblo. Hemos absorbido tanta sangre no-nórdica que incluso si solamente reserváramos el matrimonio a las muchachas de sangre nórdica, conservaríamos todavía durante milenios en el cuerpo de nuestro pueblo partes de sangre no-nórdica suficientes para aportar el más rico alimento a la diversidad de los temperamentos creadores. Por lo demás, toda parcialidad en el terreno de la selección es compensada siempre por una aportación prudente de la sangre deseada, incluso si es no-nórdica, mientras que la purificación de las partes de sangre extraña en el protoplasma hereditario del pueblo devenido no-creador por inconscientes mestizajes es difícil, pues en las condiciones de la existencia humana no se puede intervenir de manera radical como en la cría de animales.

La moralidad alemana florecía sobre el fondo primitivo de la sangre germánica. Aun hoy ese fondo oculta mucha sangre no-nórdica. Se debe lamentar y ver en ello, sin duda, en gran parte, la razón de la decadencia actual de nuestra moral…la purificación del protoplasma hereditario alemán de sus partes sanguíneas no-nórdicas es fácil en el campo de las posibilidades de la selección.

Para inspirarnos nuevamente de la experiencia de la cría de animales, deduciremos que hay que educar al pueblo alemán para que reconozca como objetivo al hombre nórdico, y particularmente, sepa discernir sus rasgos en un mestizo, ya que a fin de cuentas esto es lo decisivo… Es necesario emprender algo en nuestro pueblo, en plena descomposición. El habitual abandono ante el destino de nuestro precioso protoplasma hereditario, sabotea a nuestras tribus de origen: tal estado de cosas no puede prolongarse por mucho tiempo…

La selección por el físico exterior tiene la ventaja de limitar los cruces; así, se aleja de nuestro pueblo la sangre verdaderamente extranjera, cuyo efecto resulta ser incalculable sobre la herencia sanguínea de la descendencia y del pueblo…

Es cierto que en esta evolución, Inglaterra tenía la ventaja de que en numerosas regiones habitaban, sobre todo, clases campesinas nórdicas “anglo-sajonas”, especie de fuente de la cual la clase superior recibía continuamente el aflujo. Las circunstancias son aun análogas, hoy, en Alemania. En gran parte, nuestro campesinado dispone todavía de una excelente “herencia de sangre”. Yendo al fondo de las cosas no hay ninguna razón para dudar de que sea posible volver otra vez nórdico a nuestro pueblo por un ejemplo claro de la selección a realizar, en el sentido en que lo entiende Günther en Pensamiento nórdico. (La Raza, Nueva Nobleza de Sangre y Suelo, 1935, Capítulo VIII).

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Walter Darré



Heinrich Himmler (1900-1945). Si la SS era una institución nordicista, era natural que su Reichsführer o Jefe, lo fuese también.

Las Waffen SS incorporan los más altos ideales del nacionalsocialismo. Son las sucesoras de las famosas bandas de guerreros nórdicos de la antigüedad. Es la unidad del credo y la espada, de la potencia militar y la fe política lo que hace de tal manera invencibles a las Waffen SS, tan temidas en los campos de batalla de Europa… nunca una fuerza militar de élite ha llegado a tal perfección en tan poco tiempo. (1943).

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Distribución de rutilismo en Gran Bretaña.

La meta última de estos once años durante los cuales he sido Reichsführer SS ha sido invariablemente la misma: crear una Orden de buena sangre que sea capaz de servir a Alemania; que sin fallo y sin escatimarse pueda hacerse uso de ella porque las mayores pérdidas no pueden hacerle ningún daño a la vitalidad de esta Orden, la vitalidad de estos hombres, porque siempre serán reemplazados; crear una Orden que extenderá la idea de la sangre nórdica tan lejos que atraeremos toda la sangre nórdica del mundo, arrebatándola a nuestros adversarios, absorbiéndola para que nunca más, observándola bajo el punto de vista de la gran política, la sangre nórdica, en grandes cantidades y a una escala merecedora de mención, luche contra nosotros. (Dirigiéndose a los oficiales de la SS Panzer Division Leibstandarte “Adolf Hitler”, documento 1918-PS, Nazi Conspiracy and Aggression, Vol. IV. USGPO, Washington, 1946, páginas 553-572).

Por consiguiente, sólo la sangre perfecta, la sangre que por testimonio de la Historia ha resultado de verdadera valía en la creación y cimentación de Estados, así como en su actividad militar, es decir, la sangre nórdica, es la única que debe tomarse en consideración. Si yo tuviera la suerte de seleccionar para mi organización a individuos poseedores de esta sangre, que formasen mayoría, inculcándoles la disciplina militar y, a ratos libres, adoctrinándoles sobre el valor que tiene para nosotros su ascendencia y la ideología que de ella se deriva, entonces sí que lograríamos crear una organización que sería la flor y nata de nuestro movimiento capaz de hacer frente a cualquier eventualidad. (Citado por Jacques Delarue en La Gestapo).

Cada manifestación de un pueblo depende del individuo y la familia. La salud y vitalidad de un pueblo, así como la duración y calidad de su cultura, dependen de si hay suficientes grupos racialmente valiosos. El individuo y el gobierno tienen un deber en común, que solo pueden alcanzar juntos: Mantener la pureza racial de estas familias y grupos valiosos. Adolf Hitler condujo al pueblo alemán a la comprensión de que la raza nórdica es la raza más creativa y valiosa en el mundo. Ha determinado su naturaleza, su cultura y su historia. Por lo tanto el cuidado de la valiosa sangre nórdica es su más importante tarea. Cada uno de nosotros tiene su papel. La conciencia de nuestro orgullo ancestral debe ser la fuerza que guíe nuestro comportamiento. No queremos ser los últimos de una avanzada y antigua cultura milenaria que termine con nosotros, sino miembros de una cadena interminable que se extienda desde nuestros antepasados más antiguos hasta nuestros nietos más distantes. (En “Rassenpolitik”, Der Reichsführer SS/SS-Hauptamt, Berlín, 1943, Capítulo II, “Rasse und Volk”).

La raza nórdica es decisiva, no sólo para Alemania, sino para el mundo entero. Si tenemos éxito en establecer esta raza nórdica desde y alrededor de Alemania e inducirles a convertirse en granjeros, y desde este vivero producimos una raza de 200 millones, entonces el mundo nos pertenecerá. Si ganase el bolchevismo, significará el exterminio de la raza nórdica.



La doctrina SS. La SS fue organizada como la élite del NSDAP con la intención de que fuera compuesta por hombres de sangre nórdica y salud de acero. Como se demostró con el tiempo, la SS no era sólo una granja de sementales, sino la unidad de choque más eficaz de la II Guerra Mundial.

La esfera central de la raza nórdica comprende las regiones del sur de Escandinavia, de Jutlandia, del Mar del Norte, del Mar Báltico, y se extiende hasta el corazón de Alemania.

Desde los tiempos más remotos, el hombre nórdico fue un campesino sedentario. Él inventó el arado que, más tarde, otros pueblos adoptaron, cultivó los cereales y tuvo animales domésticos. El enorme aumento de población de esta humanidad nórdica le incitó a adquirir nuevos territorios y le hizo afluir, en sucesivas oleadas, a las tierras limítrofes, en el espacio europeo y en vastos territorios de Asia. La población original establecida quedó marcada con el sello de las costumbres nórdicas, incluso si a menudo sólo fue temporalmente. La afirmación que dice que “la luz viene de Oriente”, como la ciencia afirmaba antaño, es falsa. Se debería decir mejor: “¡la fuerza viene del Norte!”

Las grandes civilizaciones creadas por los indo-germanos de la India, de Persia, de Grecia y de Roma, atestiguan de manera irreprochable el espíritu creador nórdico. Han desaparecido también con la decadencia de la clase dirigente nórdica. Todavía hoy, somos conscientes del parentesco natural existente con esas culturas que tienen el mismo origen.

La evolución técnica de hoy ha sido igualmente el producto de hombres de raza nórdica. Tal es el caso, por ejemplo, de la nueva Turquía, del auge de Norteamérica o los progresos de Extremo Oriente a un nivel equivalente. (Revista SS “Creer y combatir”, dirigida a los SS de los grupos populares alemanes del Sudeste, OSS I.3.1.).

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Wolfgang Willrich, “Oficial de paracaidistas”.

La raza nórdica está más o menos fuertemente representada en todas las regiones del Reich, tanto en el Norte como en el Sur, al Oeste o al Este. Muchos hombres en nuestro pueblo no pueden asimilarse exactamente a una raza precisa. Exceptuando a los representantes que parecen de raza pura, cada raza se encuentra en el seno de todos los pueblos bajo una forma más o menos fuertemente mezclada.

El patrimonio hereditario nórdico predomina en el pueblo alemán. La raza nórdica no es tan sólo la raza predominante, sino que su sangre se halla presente en casi todos los alemanes. Los conceptos de “sangre y suelo” no forman una noción vacía, sino que constituyen nuestro destino. Se ha definido, pues, también, el objetivo perseguido por la selección del pueblo alemán. Se efectúa permaneciendo fiel a la ley vital de su raza creadora. La parte de sangre nórdica en la masa hereditaria del pueblo alemán se eleva aproximadamente al 50 por ciento. Además, la genealogía nos demuestra que cada alemán es portador de sangre nórdica.

Así, el pueblo alemán es una comunidad racial en el sentido más verdadero del término. La Historia interpretada en función de un principio raciológico ha demostrado desde hace mucho tiempo que la raza nórdica produce un número mucho mayor de hombres eminentes que las otras razas. La raza nórdica es ante todo la detentora del genio del pueblo alemán. Grandes realizaciones en todos los terrenos la han convertido en la raza dirigente de la humanidad. Ninguna otra raza humana ha producido tantos jefes espirituales, jefes de ejército y hombres de Estado eminentes.

En el curso de intrépidas expediciones, el hombre nórdico conquistó vastos territorios, fundó Estados y creó civilizaciones. Ya hacia el año 1000, los vikingos habían llegado a América. El espíritu nórdico revalorizó y colonizó vastos territorios.

Una de las cualidades más notorios de la raza nórdica es el dominio de sí misma. La raza nórdica ha inspirado las conquistas guerreras. La probidad y la fuerza de voluntad, aliadas a la seguridad en sí mismo, refuerzan poderosamente el sentimiento de independencia. Estas cualidades disminuyen ciertamente la intuición, y el hombre nórdico incurre entonces en el gran peligro de perderse y desperdiciarse. El nórdico siente una gran predilección por el deporte y el combate: ama el riesgo. Se le encuentra, pues, más frecuentemente que otros hombres en las profesiones que conllevan un peligro. Pero hay que confesar que el carácter del individuo es más determinante que el color de los cabellos. El individuo pertenece para lo esencial a una raza cuyas virtudes profesa por la acción.

Cuando se examina cada país de Europa en su composición racial, se comprueba que en casi todos los Estados se encuentran las mismas razas. Encontramos a la raza nórdica fuera de Alemania, en los países escandinavos, en Inglaterra y en los Países Bajos, así como en Rusia, en Italia, en Francia, en España, etc. Pero encontramos también, por ejemplo, a hombres del tipo oriental en los diversos países europeos. Lo importante, a fin de cuentas, no es emitir un juicio racial general sobre un pueblo. Se trata más bien de estudiar los elementos predominantes de cada raza en el pueblo en cuestión. Y se constata que, a un nivel puramente numérico, el Reich ya va en cabeza de los otros pueblos en lo que concierne a la parte de sangre nórdica.

De una manera totalmente legítima, Alemania puede pretender dirigir a los pueblos germano-nórdicos. (“Creer y combatir”, ­El pueblo alemán y la raza nórdica. Sacado de “La Orden SS”, OSS I.3.1.).

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Arthur Kampf, “Por la bandera”.

Gracias a un agudo sentido de la ley que regía el origen de su especie, pueblos como los espartanos recurrieron en sus selecciones a los mismos principios de inflexible severidad prescritos originariamente por la Naturaleza, y ello incluso después de haber llegado a territorios más hospitalarios. Otros pueblos de raza nórdica, como nuestros antepasados germanos, obedecieron naturalmente a las leyes biológicas que regían la creación de su especie. (Cuaderno de la SS Nº 7 de 1942. El sentido biológico de la selección. El hábitat produce un tipo de selección determinado, OSS I.3.2.).

No es sólo porque la forma del cuerpo del hombre nórdico conlleve ciertas dimensiones en altura, anchura y longitud, o porque se caracterice a menudo por cabellos rubios y ojos azules que le concedemos una cierta importancia. No es tampoco por eso que atribuimos un cierto valor a nuestra herencia nórdica.

Ciertamente las indicaciones que nos proporciona la forma del cuerpo del hombre nórdico no dejan de constituir la base misma de nuestro ideal de belleza. Siempre ha sido así en la historia occidental y basta para convencerse de ello con echar una ojeada sobre el panorama de las obras de arte que han sido producidas en el curso de los siglos por todas las civilizaciones y las “culturas” que se han ido sucediendo sobre el territorio europeo. Por lejos que nos remontemos en el pasado, siempre encontramos en las figuras esculturales y en las pinturas que evocan un ideal de belleza, las formas características del hombre nórdico. Incluso en ciertas civilizaciones orientales nos encontramos en presencia del mismo fenómeno. Mientras que las divinidades son representadas con unos rasgos netamente nórdicos, las figuras de demonios o que representan a fuerzas inferiores o tenebrosas afectan rasgos de otras razas humanas. En las Indias e incluso en Extremo Oriente se encuentran a menudo Budas cuyos rasgos son netamente nórdicos.

Que el cuerpo racial nórdico representa para nosotros el ideal de la belleza, nos parece de lo más natural. Pero todo ello sólo adquiere su significación real y profunda porque nosotros encontramos en él la expresión y el símbolo del alma nórdica. Sin esa alma nórdica, el cuerpo nórdico no sería nada más que un objeto de estudio para las ciencias naturales, como la forma física de cualquier otra raza humana o animal.

Así como el cuerpo nórdico nos ha llegado a ser precioso y agradable en tanto que soporte y expresión perfecta del alma nórdica, de la misma manera experimentamos repulsión por ciertos indicios raciales judíos porque son el símbolo directo y la indicación cierta de un alma judía que nos es totalmente extranjera.

Sabios especialistas de la cuestión nos dicen que una cierta forma física racial y una cierta alma racial van necesariamente juntas y que no son, después de todo, más que la expresión de una sola y misma cosa. Sin embargo, nada nos parece más difícil que demostrar científicamente o por otros medios la exactitud de esa homogeneidad entre el cuerpo racial y el alma racial. Creemos que hay que mostrarse muy prudentes en este tema. En el estado normal de las cosas hay, de toda evidencia, homogeneidad e interpretación entre estos dos aspectos de la realidad humana. Y nos parece muy difícil llevar hasta sus extremas consecuencias lógicas el dogma de la diferenciación del cuerpo y del alma. Los representantes más autorizados de esta doctrina particular no están, por otra parte, de cuerdo sobre este punto.

La impureza racial, sin embargo, se manifiesta, como podemos constatar cada día, por unas contradicciones interiores entre el cuerpo racial y el alma racial. Hay individuos que poseen, sin duda, dichas características físicas de la raza nórdica y que, sin embargo, no poseen en absoluto el alma nórdica. No obstante, la cuestión esencial consiste en considerar una tal situación como absolutamente anormal e incluso monstruosa.

Y nos parece que la transparencia entre el cuerpo racial nórdico y el alma racial nórdica es el verdadero objetivo que deben asignarse toda política y toda moral raciales. (Anales, Nº 2. Edición de la Brigada SS belga “Wallonie”. Sacado de “La Orden SS”, OSS I.3.3.).

La SS es una Orden de tipo nórdico. Adolf Hitler fundó su concepción del mundo sobre la esencia inmutable de la especie nórdica. El pueblo y el imperio deben ser el porvenir estructural de esta naturaleza nórdica. Como líder de los pueblos germánicos, el pueblo alemán tiene por misión predestinada ser el primero en llevar a cabo el combate por el renacimiento del germanismo. La raza nórdica constituye también la fuente mayor de la herencia de sangre nórdica. El primer objetivo del nacionalsocialismo debe ser, pues, el llevar a cabo una política racial sana. Esto exige una depuración del pueblo alemán de toda influencia extranjera al nivel de la sangre y del carácter.

La SS selecciona, pues, sus miembros, según el ideal de la raza nórdica para formar un tipo germánico libre. Como, de entrada, no se puede prejuzgar el valor del alma de los hombres, la selección se efectúa según el ideal físico de la raza nórdica y según la talla. La experiencia ha demostrado que el valor y la aptitud de un hombre se corresponden principalmente con lo que sugiere su apariencia racial.

Los criterios de selección de la SS son, en consecuencia, cada vez más severos. La política racial del Reich incita a la nordización de todo el pueblo. Cuanto más se va acercando a ese objetivo, más se acentúan los criterios raciales de la SS. (“El amigo del soldado”, almanaque de 1944, edición D, La Waffen SS, I- La SS como Orden. Sacado de “La Orden SS”, OSS. I.1.2).

La SS percibe claramente, al perseguir estos objetivos, que debe ser algo más que un simple männerbund. Fundamenta sus ideas de la Orden sobre la comunidad de los clanes. Quiere ser una Orden de clanes que verá nacer a los hombres de la mejor especie nórdica para servir al Reich. De este modo, la selección juzgará cada vez más no al individuo, sino al valor de todo un clan. Una claridad y un consenso absolutos son necesarios en las cuestiones ideológicas que conciernen a este principio de comunidad de clanes de raza nórdica. Es la condición necesaria de la capacidad de persuasión de la SS. (Ibídem).

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Wilhelm Petersen, desconocida.

En tanto que Orden, la SS ha inscrito sobre su bandera la preservación, la perpetuación de la raza nórdica, y está igualmente en primera línea en la lucha por la victoria biológica. Sólo la victoria de las cunas confiere un carácter históricamente duradero de la victoria del soldado. (Ibídem).

Así, la gran familia humana de la especie blanca se divide en dos razas principales—arios y semitas—, y la raza aria agrupa a tres subrazas fundamentales: nórdicos, alpinos y mediterráneos… Bien podrán los científicos indicarnos que, y hasta demostrarnos cómo, en el transcurso de estos muchos milenios pasados pueden algunos genes de amarillos haberse introducido y perpetuado en dotaciones hereditarias propias de alpinos y nórdicos; y como genes semitas, lo han logrado en la de los mediterráneos. Bien podrán, con mucha razón, hacernos notar como, desde hace siglos y con un ritmo cada vez más acelerado, las tres subrazas arias se van mezclando. (Las SS europeas).

Podemos rematar esta lista de citas con una frase de un general SS, veterano del Frente del Este y héroe de posguerra que continuó defendiendo el nacionalsocialismo hasta su muerte: León Degrelle (1906-1994), fundador del rexismo, el movimiento fascista de la Bélgica francófona y católica.

Cada vez que se busca la civilización en cualquier lugar de Europa, se ve la sangre del Norte. (Europa vivirá).



Conclusión

Los nazis tenían en mente que, en el futuro, la selección de los líderes y los mejores talentos espirituales “arios” debía llevarse al cabo sobre todo el cuerpo de la “raza blanca”, mientras que la selección de los elementos raciales a predominar gradualmente en la posteridad debía ser hecha sobre la base de los mejores especímenes de sangre “nórdica”. Para ellos no era necesariamente lo mismo el valor del individuo para la comunidad que su valor genético como reproductor. En el mismo nacionalsocialismo alemán, vemos gran variedad de caracteres. Así, tanto Adolf Hitler como Hess, Göring, Heydrich, Darré, Schirach, Todt, etc., eran predominantemente “nórdicos”. Goebbels, Streicher, Himmler o Frank no lo eran.

El ideal “nórdico” era lo que el nacionalsocialismo estaba intentando promover para el futuro de Europa, puesto que era lo que tomaba como molde del superhombre, divinidad en potencia y germen de una humanidad superior. Así, en el arte y en la propaganda nacionalsocialistas, el nordicismo es extremadamente patente. Incluso en los documentales nacionalsocialistas (como El triunfo de la voluntad, Tag der Freiheit, Olympia, La marcha hacia el Führer, El judío eterno, etc.), siempre que se ven multitudes alemanas, la cámara procura sacar primeros planos de especímenes nórdicos más o menos perfectos con el objetivo de inculcar en la mente del espectador el ideal de selección racial promovido por el NSDAP.

Este ideal de belleza nórdica como representante de la herencia más atesorada de un pueblo es común a todas las épocas y todas las civilizaciones indoeuropeas. Tanto los indo-iranios como los iranios, los helenos, los romanos, los germanos, los celtas, los eslavos, la Europa feudal o renacentista, los imperios coloniales y demás consideraban el aspecto nórdico como ideal, “auténtico”, aristocrático, puro e incontaminado, depositando en él las esperanzas para el porvenir. En nuestros días, normalmente sin darnos cuenta, el nacimiento de un niño rubio y de ojos azules es visto como un buen augurio de prosperidad y felicidad, por lo que simboliza, por nuestros instintos y por la carga cultural hereditaria que, inconscientemente, se arraiga en nuestro cerebro desde tiempos ancestrales.

Published in: on junio 5, 2014 at 6:06 pm  Comments (5)  

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5 comentariosDeja un comentario

  1. Hi Chechar!

    Great post indeed, I’ve just read it. A pity it is in Spanish and most people end up not reading it.

    • Spanish-speaking people are on the final stages of ethno-suicidal alienation, pretty much as the Portuguese-speaking I guess. A shame that I have to write in English elsewhere because Latin-American whites or half-whites are brain-dead.

      Nice to see you here. Hope to see you soon at the Leaky Cauldron.

  2. Thank you for this amazing text,One of the best I have read here to date,one thing I would like to note though,nobody was ever as right as Himmler:

    «La raza nórdica es decisiva, no sólo para Alemania, sino para el mundo entero. Si tenemos éxito en establecer esta raza nórdica desde y alrededor de Alemania e inducirles a convertirse en granjeros, y desde este vivero producimos una raza de 200 millones, entonces el mundo nos pertenecerá. Si ganase el bolchevismo, significará el exterminio de la raza nórdica.»

    The Triumph of the enemy,of the jew/bolshevism mean the extermination of Europa,of the Nordic-race/European species,
    if we do survive the coming collapse as a race,and we do not recover racial conscience within the first decades,then we’re dead for good(for bad)

  3. Tan preclaro en tus textos contra la pseudo-ciencia psiquiátrica, en donde para ejercer tus juicios te basas en estudios bien fundamentados de gente no sólo preparada sino antes que nada compasiva y en tus propias experiencias que son fundamentales para entender las emociones y tan corto en argumentos sólidos y serios cuando tratas de demostrar la supuesta superioridad de la raza blanca. Morenos del mundo ¡suicidemonos! ¡no valemos una hostia!

    • Mi religión son las 14 palabras de David Lane. La frase en inglés “We must secure the existence of our people and a future for White children” se traduce “Debemos asegurar la existencia de nuestro pueblo y un futuro para los niños blancos”, a la cual se le puede añadir otra frase de catorce palabras: “Because the beauty of the White Aryan women must not perish from the earth”, “Porque la belleza de las arias mujeres blancas no debe desaparecer de la tierra”.

      parrish_daybreak

      Yo tengo primos muy morenos, pero aún así me considero un sacerdote de las 14 palabras.


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